El universo de la información simula unificar y establecer la comunicación entre las personas. Pero la índole de su propia realidad inestable produce fragmentaciones nuevas, reclusiones psicológicas, anarquía y confusión en las relaciones humanas. Y la sobre -información (pues es tan solo información y de carácter unilateral) implica formas de relación inmateriales, retrocesos en la corporalidad, falta de comunicación, universos individuales virtuales. La nueva Torre de Babel propone una vida social y una vida íntima de otro orden.
Reflexionemos sobre el planteamiento nietzscheano que caracterizaba al humano como “el animal aún no estabilizado”, un planteamiento ambiguo por cuanto la falta de fijeza atribuida indica, por un lado, que el hombre aún no es conocido e indica, por otro lado, que el hombre tampoco está ligado a nichos determinados de un entorno, a funciones determinadas. El ser humano no está fijado a ningún medio en absoluto. Es el ser flexible y plástico. Y es que somos los humanos el ser abierto al mundo. Los humanos (y sólo los humanos) tienen la capacidad de ajustarse flexible y plásticamente a muy distintos entornos, de vivir en ellos, de capturar señales, signos e incitaciones del mundo y también, al mismo tiempo, de forjar el mundo.
Así pues, el ser humano es el “productor” o configurador del mundo. Es quien decide la dominante tecnológica / antropológica. De modo que se ha explicado al ser humano no sólo en función de su adaptación o adecuación al mundo, sino en relación con la producción de los mundos en que vive. El plural «persona» vive –éste es el dato– en mundos “hechos”, transformados, en mundos “artificiales”. Pues no sólo vivimos en un mundo natural, sino en un mundo cultural / tecnológico. En el más profundo de los sentidos somos seres culturales. La tecnología se nos ha convertido en nuestra “segunda naturaleza”. Nosotros mismos hacemos esa “segunda naturaleza”, estamos inscriptos en ella existencialmente. El humano es entonces el multifacético ser consignado a la cultura, a una forma de artificialidad o de “naturalidad artificial” de dominante tecnológica.
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